El Libro de Apocalipsis: El Rey y Su Reino

INTRODUCCIÓN

Después de que Jesús fue arrestado, fue traído ante de Poncio Pilato, y éste le preguntó si él era el rey de los judíos. Jesús no respondió la pregunta directamente. En vez de eso dijo, "Mi reino no es de este mundo … mi reino no es de este lugar." Ahora Pilato conocía a César y había visto su palacio. Él tenía una idea muy bien definida de cómo un rey debía lucir. Y este hombre parado ante él no tenía ningún parecido a un rey. Cuán increíbles debieron haberle parecido a él las palabras de Jesús.

Quizás aun hoy en día los creyentes sean tentados a preguntarse si Jesús es en realidad el rey o no. Después de todo, si vemos a nuestro alrededor, es fácil ver la oposición de este mundo al reino de Dios. Pero la respuesta de Jesús a la pregunta de Pilato es uno de los temas más prominentes en el libro de Apocalipsis. Jesús reina como rey, pero su reino no es de este mundo. Y el libro de Apocalipsis nos da esperanza de que su reino vendrá. Podemos experimentarlo en parte ahora, pero lo experimentaremos completamente cuando Cristo venga. Y debido a que la victoria final en este mundo le pertenece a Cristo, Juan nos llama a amarle y a mantenernos fieles hasta que él regrese.

Esta es la tercera lección en nuestra serie: "El Libro de Apocalipsis", y la hemos titulado "El Rey y Su Reino." En esta lección veremos como el tema central del reino de Dios fluye a través de todo el libro de Apocalipsis y une todas las diversas enseñanzas.

En una lección anterior, dijimos que Dios gobierna su reino de manera que asemeja antiguos tratados internacionales, especialmente aquellos entre los grandes emperadores o soberanos y los reinos vasallos que les servían. También señalamos tres características de estos tratados o pactos que son comunes en la relación de Dios con su pueblo. La benevolencia del emperador hacia sus vasallos, es paralela a la benevolencia de Dios para su pueblo. La lealtad u obediencia que el soberano requería de sus vasallos, es paralela a la lealtad que Dios requiere de su pueblo. Y las consecuencias resultantes de la lealtad o deslealtad de los vasallos, son paralelas a las bendiciones que Dios concede a aquellos que le son fieles y las maldiciones que da a aquellos que le son infieles o desobedientes. Las tres características del pacto ocupan un lugar prominente en el libro de Apocalipsis.

Nuestra lección sobre el rey y su reino se dividirá en cuatro partes que en forma general siguen el mismo perfil básico de los pactos antiguos. Primero, consideraremos el reinado que Dios mantiene como el divino soberano o emperador, así como el reinado que Cristo tiene como el rey vasallo de Dios. Segundo, exploraremos la forma en la que Apocalipsis destaca la benevolencia de Dios, hacia el pueblo del pacto. Tercero, observaremos los requerimientos de lealtad que Dios demanda de su pueblo. Y cuarto, veremos las consecuencias que resultan de la lealtad y la deslealtad a Dios. Comencemos con el reinado de Dios como el divino soberano y Jesús como su vasallo.

REINADO

Nuestra discusión del reinado de Dios y de Jesús se enfocará en dos asuntos. Primero, examinaremos el reinado de Dios como el soberano sobre toda la creación. Y segundo, describiremos el reinado de Cristo como el vasallo o rey siervo de Dios. Comencemos observando el reinado de Dios.

Reinado de Dios

En muchas partes de las Escrituras, como en el Salmos 103:19, se describe a Dios como el rey omnipotente y gobernador de toda la creación. Él tiene completo poder y autoridad sobre todo lo que él ha creado. Y ejercita ese poder y autoridad gobernando el universo y todas sus criaturas.

Dios tiene el derecho de gobernar sobre toda la creación porque él es el creador. Él la hizo. Le pertenece a él, y tiene el derecho para gobernar sobre ella. Hay un pasaje en los Salmos — Salmos 24:1 y 2 — que hace ver muy claro que esto es cierto: "De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo y los que en él habitan. Porque él la fundo sobre los mares, y la afirmó sobre los ríos." Así que él es el dueño. Él gobierna sobre ella porque él la hizo. Le pertenece a él. [Dr. Robert B. Chisholm, Jr.]

Dios no obtiene su autoridad desde el exterior de sí mismo. Él es su propia autoridad. Todos sus atributos, son autoritativos. Pero, no es el tipo de autoridad a la que estamos acostumbrados los seres humanos, que puede ser tiránica, o caprichosa, o arbitraria. Esta es una autoridad buena porque Dios es bueno… Y podemos confiar en su autoridad, porque él tiene un historial impresionante. La mayor prueba de su autoridad es, por supuesto, haber mandado a su hijo a que muriera por nuestros pecados y haber resucitado para nuestra justificación. Ninguna otra filosofía, ningún otro Dios remotamente da este tipo de respuesta. Así que la autoridad de Dios es en sí mismo, pero es demostrada una y otra vez en Cristo Jesús. [Dr. William Edgar]

El libro de Apocalipsis frecuentemente habla de Dios como el gran rey de toda la creación, y enfatiza su activo y poderoso reinado sobre el universo. Vemos esto en los saludos de Juan a sus lectores en Apocalipsis 1:4 al 6. Lo vemos en la descripción del salón del trono celestial en Apocalipsis 4 y 5. También lo vemos en el hecho de que una multitud de todas las naciones se congregan ante el trono celestial de Dios y lo alaban en Apocalipsis 7:9 y 10. Podemos incluso verlo, en el hecho de que los ángeles hacen lo mismo en los versículos 11 y 12, y en las constantes referencias acerca de Dios en su trono, hechas a lo largo del resto del libro. Sólo como un ejemplo, escuchemos como Juan saluda a las iglesias de Asia Menor en Apocalipsis 1:4 al 6:

Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén. (Apocalipsis 1:4-6)

Notemos cuantas referencias hay del reino de Dios en estos versículos. Dios está en su trono; Jesús es el soberano de los reyes de la tierra; y la iglesia es el reino que sirve a Dios.

El tema del reino de Dios es un tema masivo en la Escritura, y todos, concuerdan en que era el tema central del mensaje de Jesús. ¿Qué significa el reino de Dios? En última instancia, es que Dios es Rey, que Dios es soberano, que es Señor, que él es el soberano Señor del universo. En términos de sus declaraciones o sus referencias en las Escrituras, hay realmente dos enfoques principales o "foci" en las Escrituras. Una es que Dios es el soberano Señor de todas las cosas desde el principio hasta el fin; a través de la historia, época y lugar, Dios es Rey. La otra es la manifestación de su reinado en términos de su señorío sobre la historia humana y los seres humanos. [Dr. Mark L. Strauss]

El reino de Dios es el legítimo, el verdadero reinado de Dios en las personas dispuestas que justamente reconocen el derecho legítimo de Dios en sus vidas, quienes con amor, con confianza, plena, completa y voluntariamente se rinden al señorío soberano de Dios. Ahora, eso significa que la iglesia es en alguna manera la manifestación visible del reino de Dios. La iglesia es la forma en la que el reino de Dios se hace visible en la creación, en la historia, ahora mismo. Pero esa rendición que experimentamos ahora es sólo un preámbulo. En última instancia Dios renovará todas las cosas. Dios destruirá a todos los enemigos. Dios removerá cada impedimento de nuestro perfecto conocimiento de él y de nuestra completa obediencia a él. Él quitará estos impedimentos. Esa es la principal promesa de Dios. Pero ahora mismo, participamos de la salvación y del señorío de Dios en nuestras vidas, de manera anticipada, amorosa, y libre, por el conocimiento de Jesucristo. Y a través de eso, la iglesia da testimonio del don principal del reino que esta prometido en la escatología. [Dr. Steve Blakemore]

Justo como los antiguos emperadores del Cercano Oriente, Dios designó funcionarios para llevar a cabo sus mandamientos — vasallos que gobernarán y administrarán su reino en su nombre. En términos generales, Dios asignó este cometido a la raza humana, bajo el liderazgo de una sucesión de administradores del pacto.

Como vimos en una lección anterior, la administración del pacto se desarrolló en seis pactos principales, que Dios realizó con su pueblo: los pactos con Adán, Noé, Abraham, Moisés, David y Cristo. Los primeros dos pactos — aquellos hechos con Adán y Noé — identificaron a Dios como el rey soberano sobre la tierra. Y marcaron a la raza humana como la nación vasalla que llevó a cabo su voluntad en la tierra. Bajo los términos de estos pactos, la soberanía de Dios, se extendió a todas las naciones de la tierra; cada persona deberá rendir cuentas ante él. Después de sus pactos con Adán y Noé, Dios hizo pactos con Abraham, Moisés y David, los cuales extendieron su reino de un modo especial sobre la nación del antiguo Israel. Por ejemplo, escuchemos lo que Dios le dijo a la nación del antiguo Israel en Éxodo 19:4 al 6:

Ustedes son testigos de lo que hice con Egipto, y de que los he traído hacia mí como sobre alas de águila. Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi propiedad exclusiva entre todas las naciones. Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa. (Éxodo 19:4-6 [NVI])

En este pasaje, Dios les recordó a los israelitas de la benevolencia que les mostró cuando los rescató de la esclavitud de Egipto.

Él mencionó la responsabilidad que los israelitas tenían de demostrar su lealtad, por medio de la obediencia al pacto que había hecho con ellos. Y les indicó las bendiciones que recibirían como consecuencia si eran obedientes al pacto.

En el pacto con David particularmente, Dios estableció que la dinastía de David sería el conducto de las bendiciones y de los juicios de Dios a su pueblo. Este pacto es mencionado en pasajes como 2 Samuel 7:1 al 17, Salmos 89 y Salmos 132.

Esto establece que los hijos de David eran los reyes vasallos de Dios. Ellos representaban todo el reino de Israel ante Dios. Como en todos los otros pactos, Dios mostró benevolencia, esperaba lealtad y le recordó a la casa de David de las consecuencias de sus bendiciones y maldiciones.

Después en la historia de Israel, los descendientes de David fracasaron a tal grado que la nación entera de Israel fue maldecida y exiliada por Dios, pero incluso en el exilio los profetas predicaron que en los últimos días Dios renovaría su pacto por medio del justo Hijo de David. En Jeremías 31:31, el profeta Jeremías se refirió a esta renovación como un nuevo pacto. Este nuevo pacto sería la última muestra de la benevolencia de Dios: el transformaría los corazones de su pueblo así que ellos le serían leales. Disfrutarían de las eternas bendiciones del pacto y nunca más volverían a ser maldecidos. Al mismo tiempo, Dios haría un eterno juicio contra aquellos que se opusieron a él, a sus reyes vasallos y a la gente de su reino.

Los pactos de Dios con David y con el antiguo Israel fueron siempre intencionados para extender sus bendiciones más allá de David e Israel. Se suponía que el reinado de Dios sobre la casa de David beneficiaría a toda la nación de Israel, y las bendiciones de Israel fueron pretendidas para el beneficio de todo el mundo. Podemos ver esto en el Salmos 2:67, Isaías 2:2-4 y Amós 9:11-15. Dios enviaría un redentor a través de la casa de David, y ese redentor salvaría a Israel. Y a través de Israel, él rescataría a la creación. Justo ahora, Dios esta redimiendo a la iglesia a través de Cristo, y nos está incorporando en su santo pueblo del pacto. Como resultado, la iglesia es ahora un reino con la nación de Israel del Antiguo Testamento. Escuchemos como se expresa esta relación del pacto en Apocalipsis 1:5 y 6:

Jesucristo… nos ama y que por su sangre nos ha librado de nuestros pecados, al que ha hecho de nosotros un reino, sacerdotes al servicio de Dios su Padre. (Apocalipsis 1:5-6 [NVI)

Estos versículos indican que Jesús murió para librarnos de nuestros pecados, ahora somos posesión y una nación especial de Dios. Llevamos incluso el mismo título que Dios le dio a Israel en el Antiguo Testamento: un reino y sacerdotes. Dios le dio este título al antiguo Israel en Éxodo 19:6, donde una de las bendiciones del pacto era que Israel pudiera ser:

Un reino de sacerdotes y una nación santa. (Éxodo 19:6 [NVI])

Muchas personas a través de los siglos han argumentado acerca de la naturaleza del reino de Dios. En la Biblia encontramos una clara descripción, y precisamente lo que significa ha sido fuente de mucha controversia. Creo que podríamos decir, que sin embargo, en su esencia, en el fondo, el reino de Dios describe el gobierno de Dios en el mundo, en la iglesia y en cada corazón humano, así que estamos viviendo la vida de Dios de acuerdo a las Escrituras, podemos decir que estamos participando en el reino de Dios. [Dr. John Oswalt]

¿Qué es el reino de Dios? Bueno, ciertamente podríamos describirlo de muchas maneras, pero pienso que una manera muy útil es diciendo que es donde se establece el reino de Dios, es un ámbito en el que el reino de Dios es establecido a través de su rey quien dirige a la alabanza de Dios, la gloria de Dios, y tiene ramificaciones en todo tipo de formas de vida en la tierra. Y por lo tanto vemos que el reino de Dios tiene un lugar muy destacado en las enseñanzas de Jesús. Y lo que encontramos en el Nuevo Testamento es que Jesús, es ese rey que trae con poder el reino de Dios a nuestro mundo. El término técnico es erupción. Hay una ruptura; hay una muy ponderosa entrada de Dios en nuestro mundo por medio de su rey mesiánico. Geerhardus Vos dice de una gran manera que el reino viene, el dice el reino viene donde el evangelio es propagado, los corazones son cambiados, los pecados y errores son superados, la justicia es cultivada, y una vida de comunión con Dios es establecida. [Dr. Brandon Crowe]

La meta de Dios siempre ha sido extender su reino celestial en la tierra, y llenarla con gente fiel. En el cielo, la voluntad de Dios se cumple perfectamente, pero en la tierra, sus criaturas generalmente se rehúsan a hacer su voluntad. Se rehúsan a reconocer a Dios como rey, y los reinos de este mundo generalmente se oponen al gobierno de Dios. Así que, cuando Jesús oró el Padre Nuestro, su petición fue que un día toda esta oposición de los reinos fuera derrotada, y que sólo el reino de Dios se mantuviera. Escuchemos como Apocalipsis 11:15 habla acerca del día futuro.

Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 11:15)

El reino especial de Dios durará hasta que conquiste y llene toda la tierra.

Este es el destino final de la profecía bíblica. Cuando Jesús regrese en gloria, el reino especial de Dios abarcará cada reino de la tierra. Esta misma esperanza es enseñada en Jeremías 31:31 al 34, Zacarías 14:9, y muchos otros pasajes de las Escrituras.

El reinado de Dios supera bastante las analogías encontradas en el antiguo Cercano Oriente. En el mundo antiguo, los soberanos humanos nunca cumplieron con la benevolencia que prometieron en sus pactos. Nunca evaluaron perfectamente la lealtad de sus súbditos, ni nunca ejercieron consecuencias del pacto. Pero en el pacto de Dios, nuestro divino soberano cumple sus benevolentes promesas. Evalúa perfectamente nuestra lealtad. Y ejerce perfecta disciplina y juicio mediante las consecuencias de bendiciones o maldiciones del pacto. Y como veremos, Dios envió en nuestro lugar a Jesucristo como su real Hijo para serle perfectamente fiel y para asumir las consecuencias de nuestra deslealtad y así pudiéramos tener salvación en él.

Con este entendimiento del reinado universal de Dios en mente, estamos listos para ir al tema del reinado de Cristo, como siervo de Dios o como rey vasallo.

Reinado de Cristo

El reinado de Jesús necesita ser entendido a la luz del antiguo reinado Davídico porque Jesús es David ideal. El es Ha'Mashiach, el Mesías. En el Antiguo Testamento, el reino Davídico sigue el modelo de algo que vemos en el antiguo mundo oriental, la llamada relación soberano — vasallo donde el soberano, el rey, gobierna sobre sus súbditos, usualmente por medio de tratados. David es el rey escogido de Dios sobre el mundo. Hay un sentido en el que Dios escogió a David para ser su vice-regente para gobernar en su nombre. Y por supuesto Jesús es el único que definitivamente cumple con eso. [Dr. Robert B. Chisholm, Jr.]

Puede parecer extraño pensar en Jesús como vasallo o rey siervo en lugar del soberano del universo. Después de todo, Jesús es Dios, y Dios es el creador y gobernador de todo lo que existe. Afirmamos enfáticamente que Jesús es totalmente divino, pero es importante recordar que Jesús no es sólo Dios. Él es humano también. Y como ser humano, se sienta en el trono humano de su padre David, quien ocupó el oficio humano de rey sobre la nación vasalla de Dios, el antiguo Israel. En este sentido, el reinado de Jesús es un oficio humano. Por lo tanto, Jesús es vasallo de Dios, igual que David en el Antiguo Testamento.

La estructura de los pactos de la Biblia está realmente enraizada en los acuerdos y tratados entre los reyes del antiguo Cercano Oriente. A menudo el soberano era el gran rey y había un rey vasallo relacionado en este pacto con el gran rey. El libro de Apocalipsis habla acerca de Jesús como el León de la tribu de Judá, como el Rey — el rey Davídico. Y ese lenguaje muestra que Jesús no sólo revela quien es Dios, sino que también revela la verdadera humanidad, la completa naturaleza de lo que significa ser un ser humano. Y así en su rol en el Nuevo Testamento como el hijo de David, el Hijo de Dios en un lenguaje real, generalmente, más a menudo, se refiere a su rol como el rey Davídico, el Mesías. Y en ese sentido, el representa a un pueblo histórico. En el caso del libro de Apocalipsis, es el pueblo de Dios esparcido por todas las naciones y el es nuestro rey, nuestro representante ante el Padre, o el soberano. Así que él es nuestro rey en la historia, en el tiempo, un ser humano completo que representa a su pueblo ante el Padre. Por supuesto, también representa a Dios para nosotros, pero eso no disminuye el hecho de que es totalmente humano y así nos representa ante Dios. [Dr. Greg Perry]

El nombre Cristo es un título que se refiere directamente al oficio del rey Davídico. La palabra "Cristo" simplemente significa el ungido. Es un término del Antiguo Testamento que frecuentemente se aplicaba a los reyes Davídicos porque eran ungidos cuando tomaban el cargo. Vemos esto en lugares como 2 Crónicas 6:42, Salmos 2:2 y 6, Salmos 18:50, Salmos 20:6 y 9 y Salmos 45:1 y 2. Esto es también por qué Jesús es llamado el Cristo de Dios en lugares como Apocalipsis 11:15 y 12:10. Él es el ungido de Dios — su rey vasallo. Cómo el gran hijo de David, Jesús cumplió todos los aspectos del nuevo pacto que fue anticipado en el Antiguo Testamento.

En él, la gran benevolencia de Dios es mostrada. Cristo mismo mantuvo todos los requerimientos de lealtad en nuestro lugar. Él sufrió las consecuencias de maldición del pacto cuando murió en nuestro lugar. Y recibió las consecuencias de las bendiciones del pacto cuando resucitó de la muerte y ascendió al cielo.

Jesús aseguró su lugar como rey vasallo humano de Dios al morir en la cruz y resucitar de la muerte. Su muerte se llevó cualquier poder que tuviera el pecado para condenar y arruinar al pueblo de Dios. Como leemos en Apocalipsis 12:10 y 11:

Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero. (Apocalipsis 12:10-11)

Debido al sacrificio de Cristo en la cruz, Satanás ha sido vencido. Y Cristo ahora tiene la autoridad en el reino de Dios para que la salvación llegue a su pueblo.

Y la obediencia de Jesús le ganó la recompensa de la resurrección de la muerte y el lugar de autoridad sobre cualquier autoridad creada, sea humana, angelical o demoniaca.

Como él dijo después de su resurrección en Mateo 28:18 y 19:

Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones. (Mateo 28:18-19)

Por supuesto, en su naturaleza divina, Jesús nunca recibió autoridad. Siempre la tuvo. Pero cuando resucitó de la muerte, Jesús dijo que Dios el Padre le dio autoridad real sobre las naciones, significando que se había convertido en rey vasallo humano del Padre sobre todo el cielo y la tierra.

Después de su resurrección, cuando Jesús ascendió al cielo, fue entronado como rey. El Nuevo Testamento deja esto claro en pasajes como Hebreos 1:3, 10:12, y 12:2, donde dice que Jesús se sentó a la diestra de Dios el Padre. Esta imagen indica que el Padre es el gran rey o soberano, y que Jesús su Hijo es el vasallo humano que sirve y lo representa. Jesús es el último rey sobre la casa de David, y sobre todos los demás reinos humano en la tierra. Y a través de él, se renovará el mundo entero.

Desde su entronización, Jesús ha reinado como rey sobre la iglesia. Y está expandiendo su reino trayendo salvación hasta los confines de la tierra.

En contraste con los reyes humanos, Dios envió a su Hijo como el perfecto rey vasallo para comprar nuestra redención al costo de la cruz. Él demostró su lealtad en su vida terrenal y sufrió las consecuencias de nuestra deslealtad en la cruz. Él dio su vida para comprar nuestro perdón y lealtad, y continua defendiéndonos y protegiéndonos. Debemos responder a su misericordioso gobierno con amorosa reverencia expresada en obediencia leal a nuestro benevolente Dios y Rey.

BENEVOLENCIA

Ahora que hemos visto el reinado soberano de Dios el Padre y el reinado vasallo de Jesús, consideremos la forma en que el libro de Apocalipsis describe la benevolencia de Dios en términos del reino de Dios.

La benevolencia de Dios como el soberano del pacto puede ser vista de muchas maneras a través del libro de Apocalipsis. Sin duda, su gran benevolencia fue enviar a su Hijo a morir por nuestros pecados. Este tema es mencionado en lugares como Apocalipsis 1:5, en el 5:9 y 10, 7:14 y 14:3 y 4. Pero también vemos la benevolencia real de Dios con su pueblo de modo que nos llama hacia Él mismo y nos hace parte de su reino, como en Apocalipsis 1:6, 11:15, y 17:14.

En su bondad él eximió a su pueblo de muchos de los juicios con los que fueron amenazados los incrédulos en el libro, como en Apocalipsis 7:3 y 4, y 9:4.

Incluso las advertencias proféticas a las Iglesias en Apocalipsis son oportunidades benévolas para que nos arrepintamos. Dios contuvo su juicio para que su pueblo tenga la oportunidad de escapar de la condenación. Juan registró este tipo de benevolencia en Apocalipsis 2:5, 16 y 21, 3:3 y 19.

Pero probablemente la forma más frecuente en la que la gracia y la bondad de Dios son vistas en Apocalipsis, es a través de la defensa de su pueblo en medio de la guerra espiritual. Por lo tanto en esta lección, enfocaremos nuestra discusión en la real benevolencia de Dios, específicamente en la forma en la que protege a su pueblo de ser destruido por estos conflictos.

En mi opinión, la guerra espiritual es la realidad de cualquier cristiano. Es el entendimiento de que hay un mundo espiritual, hay un Satanás, y para esos espíritus — como Satanás — no somos de su agrado. Sí Satanás atacó a Jesús, entonces puedes imaginar que Satanás va a atacar la vida de los creyentes, y debemos estar listos. Si la primer cosa que pasó cuando Jesús fue a Decápolis es que vio a una persona poseída por demonios, una persona poseída por demonios, puedes imaginar que esto pasa actualmente, tenemos que tomar esto en serio, debemos estar seguros de que somos santos como él es santo a fin de tomar esto seriamente. [Dr. Matt Friedeman]

En el Nuevo Testamento, la guerra espiritual no es primordialmente nuestra propia lucha interna contra el pecado, sino una guerra entre Dios y los poderes espirituales de maldad que trabajan en este mundo. Y una manera en la que Dios se involucra en este conflicto es defendiendo su reino contra estas fuerzas malvadas. Como mencionamos en una lección anterior, el libro de Apocalipsis a menudo revela el funcionamiento del reino supernatural de Dios y el reino preternatural de los ángeles y demonios, y habla acerca de su influencia en el reino natural donde vivimos. Y la esencia de toda guerra espiritual en las vidas de los cristianos es que estas fuerzas preternaturales están en combate entre sí, que influyen en nuestro mundo, que los demonios intentan dañar nuestras vidas y hacernos desleales a Dios, y que Dios emplea ángeles para protegernos de las influencias y actividades demoniacas.

El tema de la guerra espiritual es muy complicado para los cristianos porque se manifiesta en forma diferente para cada persona. Y un resultado de esto es que cuando los cristianos discuten este tema, generalmente se van a los extremos. Un extremo es que la gente trata de explicar cada cosa que pasa en términos naturales o científicos, e ignoran la realidad de la guerra espiritual. Pero no cada cosa que pasa puede ser explicada fácilmente por la ciencia. Otro extremo es que la gente mira a los demonios detrás de cada arbusto y ve confrontaciones espirituales en cada cosa. Pienso que la verdad está en medio de estos dos extremos. Cuando nos preparamos para los servicios de adoración, o participamos activamente en proyectos evangelísticos espirituales, o ayudamos espiritualmente a otras personas, generalmente encontramos oposición espiritual. Esta se puede manifestar como una enfermedad, o una oficial falta de voluntad para ayudarnos. Pueden aparecer obstáculos de la nada, que no se pueden explicar de manera ordinaria. De hecho, nuestro mundo material está profundamente impregnado por el mundo espiritual. Y es por eso que muchos procesos físicos que toman lugar en nuestras vidas pueden ser ecos de los acontecimientos del mundo espiritual. Pero la causa de estos eventos no son el punto principal. Ellos pueden tener causas espirituales, o aun son el resultado de nuestro pecado. Pero dondequiera que estemos y cualquier cosa que nos pase, debemos entender que nuestro Señor nos protege. Podemos confiar en su poder — su fuerza. Podemos obtener apoyo de él. Y esto nos da confianza, sin importar que manifestaciones espirituales encontremos. La realidad es que pertenecemos a nuestro Dios, en cuerpo y alma. Y fuera de la voluntad de nuestro Padre celestial, ni un cabello de nuestra cabeza puede caer. Es por eso que en cualquier confrontación espiritual, podemos estar seguros de que la victoria será del Señor y — con él — la nuestra también. [Rev. Ivan Bespalov]

Los cristianos tienen la victoria en la guerra espiritual — no hay nada que los demonios pueden hacer para destruir nuestra salvación, o para sacudir nuestra herencia en el reino de Dios. La guerra espiritual puede ser desalentadora y fastidiosa — y aún aterradora. Pero por la benevolencia de Dios, nunca tendrá éxito contra nosotros a largo plazo.

Dividiremos nuestra discusión del pacto de benevolencia de Dios en tres partes. Primero, observaremos la forma en la que Dios defendió a su reino en el Antiguo Testamento. Segundo, veremos cómo defendió su reino en el Nuevo Testamento fuera del libro de Apocalipsis. Y tercero, nos enfocaremos en su protección benevolente en el libro de Apocalipsis mismo. Empzemos con la benevolencia de Dios en el Antiguo Testamento.

Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento está lleno de relatos de batallas. Israel fue frecuentemente a la guerra contra naciones vecinas. Y los israelitas pelearon aun entre ellos mismos varias veces. Pero a pesar de que la mayoría de las descripciones de las guerras en el Antiguo Testamento, señalan que los seres humanos pelearon con armas físicas, las Escrituras ocasionalmente retiran el velo para mostrarnos que también se dieron lugar batallas espirituales. Y de hecho, estas batallas invisibles influenciaron grandemente los éxitos o fracaso de los ejércitos humanos.

Estas batallas invisibles fueron siempre peleas entre Dios y sus santos ángeles de un lado, y Satanás y sus ejércitos demoniacos por el otro. Aunque la mayoría de los ejércitos humanos que se opusieron a Israel creían que estaban siguiendo a otros dioses, versículos como Deuteronomio 32:17, deja claro que los falsos dioses de las naciones eran en realidad demonios.

En el Antiguo Testamento, ángeles y demonios son descritos algunas veces como siendo parte de o estando de pie detrás de los conflictos geopolíticos. Parece como si los ángeles y los demonios tuvieran en la mano el resultado de estos eventos y de estos conflictos. Por ejemplo, vemos en Daniel 10 un caso en donde Gabriel, un ángel, viene a Daniel y le dice, "escuché tu oración. Salí hace un tiempo para encontrarme contigo, pero fui detenido con un conflicto en el que participó el ángel Miguel y los reyes de Persia". Ahora en cierta medida se trata de textos misteriosos y es difícil para nosotros entender exactamente lo que significan y cómo resultaron estos eventos, y cuál fue el proceso de estos conflictos. Pero vemos que los ángeles y los demonios están en alguna manera parados detrás o afectando los conflictos geopolíticos. Para la audiencia del Antiguo Testamento, estos conflictos entre las naciones no fueron estrictamente humanos o naturales, pero todos ellos tuvieron un antecedente supernatural. Las huestes estaban en conflicto con los demonios. Los ejércitos supernaturales estaban peleando de la misma manera en la que los ejércitos terrenales lo hacían. Ellos entendieron este trasfondo para todo lo que ocurría alrededor de ellos, y por lo tanto Daniel no se sorprendió al ver que Gabriel pudo haber sido detenido o su llegada pudo haber sido impedida por causa de algo que estaba pasando con los príncipes de Persia. [Dr. Scott Redd]

Una serie de ejemplos que remarcan las batallas invisibles entre ángeles y demonios puede ser encontrada en Éxodo 7 al 15. En los días de Moisés, el pueblo de Dios fue esclavizado por los egipcios. Pero Dios dirigió sus ejércitos angelicales en una batalla en contra de Egipto y sus dioses paganos, para rescatar a su pueblo de la tiranía. Él comenzó mandando diez plagas contra los egipcios, incluyendo su ángel de la muerte que mató al primogénito en cada hogar egipcio. Entonces, en una muestra culminante de su poder, liberó a su pueblo ahogando al ejército egipcio en el Mar Rojo.

A través de toda la Biblia, una de las principales formas en las que Dios se revela, tanto en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento, es que él es un guerrero. Uno de los pasajes más famosos por supuesto es Éxodo capítulo 15 versículo 3 donde Moisés está cantando en el Mar Rojo después de derrotar a los egipcios y él dice, "Jehová es un varón de guerra, Jehová es su nombre". Jehová es la abreviatura de una expresión más larga para Dios, Jehová Sabaoth que significa, "Jehová de los ejércitos". Lo dicho por Moisés en Éxodo capítulo 15 versículo 3 es que en el centro de lo que Dios es, en la esencia de lo que Dios es, está la idea de guerrero. Dios es un guerrero. [Dr. Richard L. Pratt, Jr.]

Entonces, en Éxodo 15:11 Moisés cantó:

¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios? (Éxodo 15:11)

Moisés y sus lectores sabían la respuesta a esta pregunta: ningún dios es como el Señor. Después de todo, los dioses egipcios eran completamente incapaces de detener al verdadero Dios, de destruir a todo el ejército egipcio. El Antiguo Testamento está lleno de ejemplos como este. Dios frecuentemente se identifica a sí mismo como el rey guerrero de Israel que los dirige en la batalla. Pero estas batallas no son sólo contra enemigos humanos; en ellas siempre participó Dios yendo a la guerra contra los falsos dioses de las naciones. Por ejemplo, en 2 Reyes 19, Senaquerib, el rey de Asiria, se burló de Ezequías, rey de Judá, porque éste creía que los dioses Asirios eran más fuertes que el Dios de Israel. Así, en 2 Reyes 19:17 al 19, Ezequías ofreció esta oración a Dios:

Es verdad, oh Jehová, que los reyes de Asiria han destruido las naciones y sus tierras; y que echaron al fuego a sus dioses, por cuanto ellos no eran dioses, sino obra de manos de hombres, madera o piedra, y por eso los destruyeron. Ahora, pues, oh Jehová Dios nuestro, sálvanos, te ruego, de su mano, para que sepan todos los reinos de la tierra que sólo tú, Jehová, eres Dios. (2 Reyes 19:17-19)

Ezequías entendió que una batalla con los asirios no era sólo contra Senaquerib y sus ejércitos. Era una batalla espiritual entre el Señor y los dioses de Asiria. Es por eso que no sólo oró por la victoria en la batalla, sino para que el Señor fuera exaltado sobre sus dioses. Dios respondió a su oración. Esa noche un ángel mató a 185,000 hombres en los ejércitos asirios, y Senaquerib regresó a casa derrotado. El ejército de Ezequías nunca tuvo que enfrentar a los asirios en batalla. El poder espiritual de Dios destruyó completamente al ejército humano.

Una de las representaciones más importantes del Señor en el Antiguo Testamento es el rol de Dios como rey, y como rey él tiene múltiples deberes así como cualquier otro rey del Cercano Oriente, múltiples deberes y funciones que dan luz de su oficio como rey. Una de estas funciones sería una función de guerrero. En el antiguo Cercano Oriente, el rey era considerado el líder de las huestes, el líder de los ejércitos de la nación, y como tal, él era también el más grande guerrero. Así que Dios o el Señor siendo un guerrero en todo el Antiguo Testamento se presenta como un rey quien es un rey guerrero. Él sale y defiende, él pelea por, él entrega, y él protége a su propio pueblo. El rol de Dios como rey guerrero es motivo de consolación y consuelo, y también es motivo de confianza. Mientras vamos hacia afuera en el mundo que nos rodea, el pueblo de Dios puede estar seguro que su Dios es un guerrero y que sale y pelea por ellos, que los protege, los defiende, y la victoria será suya. [Dr. Scott Redd]

Las historias de guerra del Antiguo Testamento no siempre son explícitas acerca de los conflictos espirituales entre el Dios de Israel y los falsos dioses de las naciones. Pero aun así, el Antiguo Testamento consistentemente demuestra que las batallas físicas son influenciadas grandemente por batallas espirituales.

Ahora que hemos visto como Dios demostró su benevolencia defendiendo su reino en el Antiguo Testamento, pongamos atención a su benevolencia en la guerra espiritual del Nuevo Testamento.

Nuevo Testamento

En el Nuevo Testamento, la guerra espiritual no involucra fuerzas del ejército terrenal. Así que, su descripción de la benevolencia de Dios en la guerra espiritual principalmente se dirige a conflictos invisibles en el reino preternatural, y cómo estos conflictos espirituales influencian al reino natural. Ahora, así como en el Antiguo Testamento, Dios, ángeles y demonios están involucrados en las guerras humanas y en las políticas internacionales. Pero el enfoque de la protección benevolente de Dios en el Nuevo Testamento es como él mantiene a su pueblo fiel, libre de los poderes demoníacos.

Como en el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento menciona muchos maneras diferentes de como Dios protege benevolentemente a su pueblo. Pero, por cuestiones de tiempo, limitaremos nuestra discusión a sólo dos. Primero, la protección benevolente de Dios en la guerra espiritual, es expresada en la victoria de Cristo.

Victoria de Cristo

El Nuevo Testamento presenta la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús como una victoria no sólo sobre el pecado y sus consecuencias, sino también sobre los enemigos espirituales de Dios.

La vida de Jesús conquistó a los demonios de muchas maneras, especialmente como lo demostró a través de exorcismos. Vemos esto en pasajes como Mateo 12:25 al 28, donde Jesús enseñó que él era capaz de sacar demonios con gran poder y fuerza, porque el reino de Dios había venido. Con respecto a la muerte de Cristo, escuchemos lo que Pablo escribió en Colosenses 2:15:

Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. (Colosenses 2:15)

En este versículo, los principados y potestades son poderes demoniacos. Y ellos son desarmados y derrotados por lo que Cristo hizo en la cruz. Vemos esta misma idea en Hebreos 2:14. La resurrección y ascensión de Cristo al cielo, también extendió la benevolencia protectora de Dios para su pueblo. Por ejemplo, éstos eventos le dieron la autoridad a Jesús, sobre todos sus enemigos espirituales, así que él puede proteger y bendecir a la iglesia. Esta idea es claramente enseñada en Mateo 28:18 al 20, Efesios 1:19 al 23, y 1 Pedro 3:22.

Una segunda manera en la que el Nuevo Testamento habla acerca de la real benevolencia de Dios en la guerra espiritual, es describiendo el poder del Espíritu Santo, que nos capacita para resistir al demonio y sus tentaciones.

Poder del Espíritu Santo

Jesús ganó poder sobre todos los enemigos espirituales tanto suyos como nuestros, cuando él vivió en obediencia a Dios, murió en la cruz, resucitó de la muerte y ascendió al cielo. Pero en la actualidad, él no usa ese poder para destruir a nuestros enemigos completamente. De hecho, Dios sigue permitiendo que los demonios influencien el mundo de diversas maneras. Pero también nos confiere poder por medio del Espíritu Santo, para que podamos resistirlos. Vemos esto en Gálatas 3:2 y 3, Efesios 3:16, Colosenses 1:9 al 11, y muchos otros lugares. Sólo como un ejemplo, escuchemos en Santiago 4:5 al 7:

El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros… él da mayor gracia… Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. (Santiago 4:5-7)

Aquí, Santiago enseñó que la gracia que recibimos del Espíritu Santo, nos da el poder para enfrentar la guerra espiritual, manteniéndonos leales a Dios y ayudándonos a resistir las tentaciones e influencias demoniacas.

Pienso que la primera cosa que el Espíritu Santo hace para capacitarnos para la guerra espiritual es hacernos consientes del reino espiritual. Tendemos a gravitar hacia lo que vemos y sentimos. Pero el estar consientes de que hay un reino espiritual en el que participamos y con el que peleamos, es muy importante. Así que él nos hace consientes del reino espiritual en primer lugar. Él nos da la convicción de pecado, para vencer al pecado en nuestras vidas primero tenemos que estar consientes del pecado y entonces él nos capacita para vencer el pecado. Y nos dirige a la oración como un aspecto de vital importancia en la batalla espiritual en nuestras vidas. [Dr. K. Erik Thoennes]

En Efesios 6, Pablo usó como metáfora, "la armadura y las armas del soldado", para describir la manera en la que Dios nos protege en la guerra espiritual. Específicamente, habló acerca de los cristianos cubriéndose con la armadura de Dios totalmente. Escuchemos sus palabras en Efesios 6:12 y 13:

No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. (Efesios 6:12-13)

Luego, en los versículos 17 y 18, Pablo dijo que el Espíritu Santo juega un papel fundamental en la formación de esta armadura, en nuestra motivación y en el poder en la batalla. Escuchemos lo que él dijo:

Tomad… la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu. (Efesios 6:17-18)

Hasta que Jesús regrese a terminar lo que comenzó, el Nuevo Testamento nos llama a comprometernos en una guerra espiritual, en contra de las fuerzas preternaturales que aun están trabajando en este mundo. Y promete que el Espíritu Santo nos dará las herramientas y la fuerza para hacerlo. Cómo Pablo dijo en 2 Corintios 10:4:

Las armas de nuestra milicia no son carnales. Sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. (2 Corintios 10:4)

Nuestras armas tienen poder divino porque ellas vienen del Espíritu Santo. Y son efectivas contra cualquier peligro espiritual, desde las enseñanzas falsas hasta el demonio mismo.

Seamos realistas, el maligno nos va a traer aflicción en la tierra. Cuando eso sucede, la pregunta es, ¿Hay alguna esperanza? ¿Hay alguien conmigo?¿Dios está consciente de esto y hará algo al respecto? Y la respuesta contundente es, sí, y el nos ofrece abundante poder para vencer cualquier ataque del maligno. Ahora, me gustaría leer uno de mis pasajes favoritos sobre este tema, 1 Juan capítulo 4 versículos 3 y 4. Juan dice, "…todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo". Dios promete que tenemos un poder más grande. Y esta es una lucha de poder. El maligno tiene mucho poder, más que nosotros, pero nosotros tenemos a Dios. [Mr. Steve Douglass]

Ahora que hemos visto como Dios demostró su benevolencia en la guerra espiritual del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, dirijamos nuestra atención a la forma en la que protege a su pueblo y pelea contra sus enemigos en el libro de Apocalipsis.

Libro de Apocalipsis

Creo que lo que el libro de Apocalipsis nos enseña, especialmente en capítulos como el 12, es que lo que está pasando en la tierra está relacionado con lo que está pasando en los cielos. Y que la guerra espiritual realmente tiene que ver con lo que está pasando en la historia y en nuestras vidas, y que las fuerzas espirituales están involucradas en la historia. El gran dragón Satanás, obra detrás de la bestia. Ambos están relacionados. Y la protección que los cristianos necesitan, está en las iglesias y comunidades reales que existen como lo son Laodicea y Éfeso, pero su protección está también en el Cordero, en el Cordero resucitado. La interconexión de lo que sucede en los cielos y la batalla que se da entre Satanás y Jesús, se manifiesta en la historia, no sólo en el primer siglo sino también actualmente. Y vemos estas cosas sucediendo en el mundo actual, donde los cristianos están sufriendo por su fe. No sólo son fuerzas políticas las que están obrando. Son fuerzas demoniacas obrando. [Dr. Greg Perry]

A través del libro de Apocalipsis, Juan alertó a los cristianos de los conflictos espirituales que han estado sucediendo desde la caída de la humanidad en el pecado, y que continuarán hasta que Cristo regrese. Juan simbólicamente describió este conflicto espiritual como una guerra entre la bestia y la mujer en Apocalipsis 12, y como la guerra de la bestia del mar y de la bestia de la tierra en Apocalipsis 13. Juan quería que sus lectores supieran que la persecución que experimentarían, y las tentaciones que enfrentarían, resultarían directamente del conflicto espiritual entre Cristo y sus enemigos.

Al igual que el Antiguo Testamento, Juan señaló que las batallas espirituales entre ángeles y demonios afectan las políticas humanas. Vemos esto, por ejemplo en la forma en la que los reyes de la tierra se reúnen para pelear contra Dios, en Apocalipsis 16:14 al 16. Otro claro ejemplo es la explicación de que las cabezas de la bestia en Apocalipsis 17, así como sus cuernos, son reyes terrenales. Y por supuesto, la misma audiencia original de Juan, sufrió persecución de los gobernantes terrenales, que se movieron al menos en parte por fuerzas demoniacas. Pero como el Nuevo Testamento, Juan también explicó que las batallas espirituales de su audiencia original tomaron lugar principalmente en el reino preternatural. Estas fueron batallas personales para mantenerse fieles a Cristo, para resistir el pecado y para expandir el reino de Dios a través del evangelio; no fueron llamados para tomar las armas contra otros seres humanos. Pero en todos los casos — si él estaba hablando de luchas cósmicas, o de políticas humanas, o luchas personales — Juan aseguró a su audiencia que Dios era su protector benevolente. Él los guardaría contra los ataques abrumadores, los esforzaría para mantenerse fieles, y eventualmente les concedería paz sin desafíos.

El libro de Apocalipsis se enfoca mucho en la guerra espiritual. Muestra una dicotomía radical entre Dios y Cristo y sus sirvientes por un lado y Satanás y sus sirvientes por el otro. Nos ayuda a entender que se trata de una cuestión de lealtad; ¿Estamos siguiendo a Dios o a nosotros mismos y en el proceso realmente pertenecemos al reino de Satanás? Ver esta radical dicotomía es importante para nosotros. Segundo, quiero llamar la atención a lo que el libro pregunta acerca de nuestros compromisos. Preguntas sobre hacia dónde va nuestra mente, hacia donde van nuestros corazones, no sólo nuestra conducta externa. Tercera cosa que pienso está involucrada, es que Satanás es un falsificador, tiene cosas que están lo suficientemente cercanas a la verdad para atraer a las personas, pero son falsas. Así que identificar a ese personaje falso que aún sigue siendo atractivo es uno de nuestros retos hoy en día. [Dr. Vern S. Poythress]

En respuesta al estrés y a los problemas causados por la guerra espiritual, el libro de Apocalipsis ofrece a sus lectores por lo menos tres diferentes formas de pensar acerca de la benevolente protección de Dios. Primero, enfatiza que Cristo tiene una victoria segura para todos sus fieles.

Apocalipsis enfatiza que la vida, muerte, sepultura, resurrección y ascensión de Cristo, aseguran nuestra victoria final en la guerra espiritual. Apocalipsis 4 y 5 presentan esta victoria claramente, mostrando a Jesús como el cordero inmolado de Dios que fue encontrado digno para abrir el libro del juicio contra los enemigos de Dios. La victoria de Cristo sobre sus enemigos no puso final a la batalla. Pero aseguraron que eventualmente sus enemigos serían absolutamente destruidos, y sus fieles serían perfectamente bendecidos. En este sentido, la benevolencia y protección de Dios toman la figura de sellarnos en victoria. No hay manera en que podamos dejar de conquistar porque la victoria ya le pertenece a Cristo. Nosotros simplemente tenemos que perseverar hasta que él lo haga suceder.

Una segunda manera en que Apocalipsis llama la atención a la benevolente protección de Dios en la guerra espiritual, es recordándonos que el Espíritu Santo está presente aplicando la victoria de Cristo a las vidas de los creyentes.

Cuando Cristo aseguró nuestra victoria en la guerra espiritual, ganó el derecho de compartir las bendiciones de esa victoria con su fieles. Y en su benevolencia, señaló al Espíritu Santo para que aplicará estas bendiciones a nuestras vidas, o como podríamos decir, para distribuir esas bendiciones entre nosotros.

Muchas de estas benevolentes bendiciones, se relacionan con cosas que vemos en el libro de Apocalipsis. Por ejemplo, el Imperio Romano ha caído, de hecho, todos los poderes a través de la historia que han tratado de extinguir a la iglesia han fracasado. Lejos de ser derrotado, el reino de Dios ha avanzado en cada nación, tribu, persona y lenguaje. Y de acuerdo a Apocalipsis 7, este eventualmente completará la tarea.

La tercer manera en la que Apocalipsis remarca la protección benevolente de Dios en la guerra espiritual, es recordándonos que cuando Cristo regrese, Dios terminará esta batalla con su victoria final sobre sus enemigos espirituales destruyéndolos absolutamente.

Apocalipsis nos da la confianza plena de que cuando Cristo regrese, Satanás y sus seguidores serán finalmente destruidos. Ellos serán totalmente incapaces de tentarnos y molestarnos. Su castigo los limitará tanto que les será imposible pelear por más tiempo.

Apocalipsis 17 y 18 describen el castigo de la gran ramera, Babilonia, y la pena de los reyes y los habitantes de la tierra que la siguieron. Apocalipsis 20 recuenta la derrota final del dragón y sus ejércitos. Y Apocalipsis 21 y 22 enseñan que los cielos nuevos y la tierra nueva estarán completamente libres de la presencia del maligno.

Cuando todos los enemigos de Dios sean rendidos a la impotencia, la gran guerra espiritual terminará, y los fieles de Dios vivirán en una paz ininterrumpida. Esta será la última expresión de la protección y benevolencia de Dios; estaremos completamente seguros por siempre.

A través del libro de Apocalipsis, podemos ver la benevolencia de Dios proveyendo y protegiendo a su pueblo. Jesús compró la victoria del pueblo de Dios en la cruz, y resucitó otra vez, para que su victoria puede ser aplicada a todos los fieles a Dios. En el presente, la iglesia experimenta esa victoria en parte. Y tenemos la promesa segura de Dios que cuando Cristo regrese, gozaremos completamente de esa victoria. Todos los enemigos de Cristo serán juzgados y recibiremos nuestra herencia gloriosa en los nuevos cielos y en la nueva tierra.

Hasta ahora en nuestra lección hemos examinado el pacto del reinado de Dios y de Cristo como soberano y como rey vasallo, y vemos como Apocalipsis resalta la benevolencia de Dios a través del pacto con su pueblo. Así que, en este punto, estamos listos para ir a nuestro tercer tema principal: la lealtad que Dios requiere que demostremos como ciudadanos de su reino.

LEALTAD

Como hemos visto, por lo menos hay tres características de nuestra relación con Dios, que son paralelas con los tratados o pactos antiguos de los soberanos con los vasallos: la benevolencia de Dios hacia nosotros como su pueblo; la lealtad u obediencia que Dios requiere de nosotros como su reino vasallo; y las bendiciones como consecuencias de la obediencia, y de las maldiciones como consecuencias a la desobediencia. En este punto nos enfocaremos en el servicio leal que Dios espera del pueblo que salvó por su gracia. Cuando escribió el libro de Apocalipsis, el apóstol Juan estaba consciente del pacto de la iglesia con Dios y su relación entre ellos. Y una de las razones por las que escribió fue para alentar a las iglesias en Asia Menor para mantenerse leales a Dios a través de los retos que enfrentaron. Él quería recordarles "toda la bondad que Dios les había mostrado," las bendiciones que Dios les había ofrecido, y que ellos deberían vivir en obediencia fiel al Señor. Recordaremos que en lecciones anteriores las iglesias mencionadas en Apocalipsis enfrentaron muchas tentaciones que comprometían su lealtad a Dios, la audiencia original de Juan enfrentó por lo menos cuatro diferentes tipos de tentaciones para hacerlos desleales a Dios:

Estas tentaciones plantearon retos importantes a las fieles iglesias de Asia Menor. En este contexto, una razón importante por la que Juan escribió fue para debilitar su lealtad hacia estos grupos rivales, y fortalecer su lealtad a Dios.

Nuestro análisis del tema de la lealtad se enfocará en dos expresiones principales de lealtad encontradas a través del libro de Apocalipsis: perseverancia y adoración. Veamos primero el llamado de Apocalipsis a la perseverancia.

Perseverancia

Perseverancia puede ser definida como:

Mantenerse fieles a Dios en la fe y las acciones a pesar de la tentación, la oposición y el desaliento.

Perseverar es superar todas y cada una de las fuerzas que nos inclinan a abandonar nuestra fe en Dios o a rebelarnos contra él de una manera total y definitiva.

En respuesta a las muchas tentaciones que los creyentes de Asia Menor enfrentaron, Juan en repetidas ocasiones llamó a sus lectores a ser fuertes y perseverar. Estas exhortaciones pueden ser encontradas en cada una de las cartas a las iglesias en Apocalipsis 2 y 3, y también a través del resto del libro.

Las podemos ver en las cartas en Apocalipsis 2:7, 11, 17 y 26; y en el 3:5, 12 y 21. También las podemos ver en lugares como Apocalipsis 14:12; 16:15; 18:4; 20:4; 21:7; y en el 22:7,11, y 14. No es exagerado decir que la perseverancia es uno de los temas más prominente en todo el libro de Apocalipsis.

En la parte central de Apocalipsis, podemos ver el lenguaje de la victoria, al igual que lo vemos en las cartas a las siete iglesias. En el capítulo 11 versículo 7 y en el capítulo 13 versículo 7, vemos a la bestia o al maligno, venciendo a los santos, a los portavoces de Dios, a los testigos de Dios, matándolos. En seguida, en el capítulo 12 versículo 11 tenemos una perspectiva celestial del mismo conflicto, ahí es donde ellos lo vencen — en el contexto — ellos vencen al maligno — ellos lo vencen por la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio, y no han amado sus vidas ni aún en el punto de la muerte. Apocalipsis sigue hablando de cómo estos vencedores están de pie ante el trono de Dios, porque ellos triunfaron sobre la bestia, como el Cordero que fue inmolado. Él es el León conquistador, pero también es representado como el Cordero. Como el León que era el Cordero que venció el martirio, este pueblo de Dios venció no luchando contra el mundo, sino venciendo a través de la fe en Dios y a través de su testimonio, porque aun y cuando el mundo lo hace peor para nosotros, vencemos porque le pertenecemos a Dios mismo. Cada una de las siete iglesias de Asia Menor tuvo diferentes pruebas y cada una fue llamada a vencer. Cada uno de nosotros tiene diferentes pruebas. Podríamos estar celosos de las pruebas de alguien más o temiendo las pruebas de alguien más, pero tenemos nuestras propias pruebas, y cada uno de nosotros es llamado a vencer. Cualquiera que sea la prueba, la promesa viene al final del libro de Apocalipsis en el capítulo 21, que los que vencieren, dice Dios, "Yo seré su Dios y ellos serán mis hijos." [Dr. Craig S. Keener]

A continuación veremos cinco tipos de perseverancia que Juan remarca en el libro de Apocalipsis, comenzando con la perseverancia en la fe. En Hebreos 11:1, las Escrituras definen a la fe de esta manera:

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11:1)

Puede ser difícil confiar en Dios cuando las circunstancias de nuestra vida no reflejan el tipo de protección, provisión y bendición que leemos en las Escrituras. Cuando las cosas nos van mal, es fácil pensar que hemos cometido un error, que hemos sido engañados, que el Dios de la Biblia no es real, y que no le debemos ninguna lealtad. Y esto era cierto tanto en el primer siglo como hoy día. Así que una de las grandes preocupaciones por las que Juan escribió el libro de Apocalipsis fue convencer a sus lectores que las cosas eran en realidad muy diferentes a como parecían. El mundo era mucho peor de lo que se ve; y el reino de Dios era mucho mejor de lo ellos pudieran imaginarse.

La audiencia original de Juan enfrentó muchas tentaciones para creer que cosas como los dioses paganos y el Imperio Romano, eran una gran fuente de bendición. Aparentemente se trataba de fuerzas poderosas que ofrecían seguridad, placer y prosperidad. Y en contraste, la vida cristiana era dura. Los creyentes tenían dificultades en los negocios. Eran perseguidos por el gobierno, y la iglesia no les ofrecía nada como los placeres que podían obtener de los paganos. Estas tentaciones hacían fácil para las iglesias de Asia Menor abandonar la fe en Dios y cambiarla por la fe en el mundo.

En respuesta a estas circunstancias, Juan insistió en que sus lectores fueran fuertes en la fe. Él quería que ellos estuvieran seguros de su creencia de que los sistemas del mundo no eran tan buenos como se veían, y de que tan dura como la vida cristiana fuera, es el único camino para la verdadera seguridad, placer y prosperidad.

Esto es el porque el libro de Apocalipsis repetidamente describe lo mundano, los poderes y deseos pecaminosos como monstruosos, horribles, engañosos y corruptos. Sí, el reino de Satanás y sus seguidores usa un traje hermoso. Pero si podemos verlo como es en realidad, estaríamos asqueados de su fealdad. Y eso mismo se mantiene hasta el día de hoy. Sin importar lo tentador que es el pecado, y sin importar lo difícil y desalentadora que puede ser la vida de un seguidor de Cristo, es fundamental que perseveremos en nuestra creencia de que Dios es quien dice ser, que él hará lo que ha dicho que hará y que él nos bendecirá si nos mantenemos fieles a él.

A pesar de que la perseverancia en fe es la más importante, el libro de Apocalipsis enfatiza que la verdadera fe se manifiesta a sí misma en otros tipos de perseverancia. Por ejemplo, un segundo tipo de perseverancia mencionado en Apocalipsis, es mantenerse firmes en el amor a Dios.

El libro de Apocalipsis llama a los creyentes a mantener su amor por Dios vivo y fuerte. Por ejemplo, en Apocalipsis 2:19, la iglesia en Tiatira fue alabada por expresar su perseverancia en amor y fe. En contraste, en Apocalipsis 2:4, la iglesia en Éfeso fue reprendida por olvidar su primer amor. Esta falla fue tan grande, que el Señor amenazó con quitarles su candelabro, es decir, amenazó con eliminar a la iglesia.

Un tercer tipo de perseverancia mencionado en Apocalipsis, se relaciona con nuestro testimonio cristiano hacia otros.

Las iglesias que fueron fieles a Cristo en los días de Juan inevitablemente estaban en marcado contraste con la cultura que las rodeaba. Así que, Juan retrató a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3, como candelabros que iluminaban la oscuridad en el mundo. Como la carta a la iglesia de Éfeso, nos enseña, cuando los cristianos se comprometieron con el mundo, perdieron su distintivo testimonio, y esto efectivamente extinguió su testimonio al mundo.

Vemos algo similar en Apocalipsis 7:10, cuando la gran multitud con túnicas blancas se reunieron alrededor del trono para adorar a Dios repitiendo la proclamación que había sido su testimonio al mundo: "La salvación pertenece a nuestro Dios". La salvación no puede ser encontrada en César o en ninguna otra fuente, sino sólo por la obra de Jesucristo, el Cordero de Dios. Y esta singular verdad hace que el testimonio de los creyentes sea de crucial importancia. Los no creyentes necesitaban ver que su propia adoración era falsa y engañosa, y que sólo la iglesia poseía el verdadero mensaje de vida y esperanza. Una cuarta manera en la que Apocalipsis llama a los cristianos a perseverar es la pureza moral.

Exhortaciones a la pureza moral son encontradas frecuentemente en las siete cartas a las iglesias. Por ejemplo, en Apocalipsis 2:12 al 17, Jesús reprendió a la iglesia en Pérgamo por aceptar a aquellos que no sólo cometieron actos de inmoralidad sexual sino que animaron a otros a unirse a sus prácticas. Y en Apocalipsis 3:14 al 22, Jesús reprendió a la iglesia en Laodicea, por ser mundanas debido a que valoraron la riqueza y la comodidad sobre su lealtad a Cristo. El quinto tipo de perseverancia que mencionaremos es el mantenerse firmes en la doctrina.

Hay muchas personas que creen que aman a Dios. Pero si su idea de Dios está completamente equivocada, y no es el verdadero Dios, entonces entre más "sirven" a Dios, más se alejan de él. La doctrina es la base del servicio, como un árbol cuya raíz está por debajo de la tierra y no se ve. Muchas personas ven las ramas y el fruto, pero no ven como las raíces influyen en el fruto. Muchos cristianos superficiales no se enfocan en las cuestiones doctrinales, pero los cristianos serios saben que la doctrina es la base de todo — es muy importante. [Rev. Dr. Stephen Tong]

Apocalipsis consistentemente llama a los creyentes a mantener la doctrina verdadera, y a no comprometerse con las ideas mundanas. Por ejemplo, en Apocalipsis 2:1 al 7, Jesús alaba a la iglesia de Éfeso por su fidelidad a la verdadera enseñanza cristiana, y por tener el discernimiento de distinguir entre los verdaderos y los falsos apóstoles. Y en Apocalipsis 2:20 al 23, la iglesia en Tiatira fue reprendida por sus compromisos doctrinales, específicamente por tolerar a la falsa profeta Jezabel.

El libro de Apocalipsis llama a la iglesia a perseverar en una gran variedad de maneras. Pero los cristianos que se ven desafiados en estas áreas no siempre saben qué hacer para vencer las pruebas, tentaciones y sufrimientos que enfrentan. Afortunadamente, Apocalipsis, no sólo nos enseña que necesitamos perseverar, también nos da una instrucción práctica de cómo perseverar.

Los pasos prácticos que podemos tomar para perseverar al enfrentar problemas. Vemos que el libro de Apocalipsis está lleno de realidades históricas caóticas o de otros tipos de situaciones para los cristianos. Y los pasos prácticos son los mismos que en el resto de las Escrituras. Que el pueblo de Dios es llamado a la fidelidad, la obediencia, a lo que ellos conocen, lo que les ha sido revelado. Son llamados como comunidad, a permanecer juntos, a creer juntos, a adorar juntos. A testificar juntos. Sea cual sea el contexto o la persecución, nuestra perseverancia está enfocada en lo que Dios quiere que seamos, si las cosas son buenas o malas, hay que vivir vidas santas. El libro de Apocalipsis y otros libros como este nos animan; nos retan a vivir vidas santas, a decir que no es algo imposible. En la más crítica de las circunstancias, el pueblo de Dios está para mantener los medios de gracia y para dar a conocer en nombre de Cristo, y a vivir de tal manera que sus respuestas a la maldad sean distintivamente diferentes a las de aquellos que están sin Cristo. [Dr. William Ury]

El libro de Apocalipsis levanta el velo de decepción promovido por los gobiernos pecadores humanos que se oponen a Dios. Esto da a conocer la belleza y la maravilla del reino de Dios y del poder de Cristo. Nos muestra que Dios ama a su pueblo y promete bendecirlos en su reino glorioso. Y nos asegura las futuras bendiciones que recibiremos en los cielos nuevos y tierra nueva, si permanecemos fieles hasta el final. En resumen, nos da una razón para ser fieles a Dios, y a perseverar en fidelidad a lo largo de toda nuestra vida, a lo largo de la historia, hasta que Jesús regrese para hacer todas las cosas nuevas.

La muerte no pudo contener a Jesús después de que fue crucificado y al tercer día él se levantó de la muerte. Algo similar ocurre con las circunstancias actuales del mundo. Muchos poderes terrenales y grupos que se oponen a Dios, y mucho pueblo de Dios sufre. Esto puede hacer que la vida sea realmente desalentadora. Pero necesitamos recordar que aun cuando la vida parece muy desalentadora, Dios aún esta en control, y todavía se preocupa por nuestro bienestar. Y sin importar que, él va ha hacer buenas sus promesas.

Nuestro sufrimiento presente no es digno de ser comparado con la gloria que recibiremos cuando Jesús regrese. Y eso debe motivarnos a mantenernos firmes en nuestra fe y compromiso, estar firmes en el amor, a mantener nuestro testimonio para preservar la pureza de nuestra doctrina y de nuestras vidas. Porque así como la oscuridad de la muerte de Jesús fue seguida por la luz de su resurrección, así la oscuridad de nuestras dificultades presentes eventualmente serán seguidas por la luz de su regreso y la plenitud de su reino.

Ahora que hemos visto como el libro de Apocalipsis nos exhorta a la perseverancia en nuestra lealtad a Dios, observemos la forma en la que nos anima a expresar nuestra lealtad en la adoración.

Adoración

A pesar de que la audiencia original de Juan estaba sufriendo gran persecución, el libro de Apocalipsis hace un énfasis remarcable en la adoración. Apocalipsis 4 y 5 describen una sublime escena de adoración en el salón del trono celestial, con los veinticuatro ancianos sentados en tronos alrededor del trono de Dios, y cuatro criaturas vivientes volando en el salón del trono y alabando a Dios.

Una escena similar de adoración ocurre en más de la mitad de los 22 capítulos de Apocalipsis.

Mientras que puede parecer sorprendente a primera vista, Apocalipsis hace clara la conexión entre el sufrimiento y la adoración. Independientemente de las circunstancias actuales, e incluso en momentos de angustia, Dios se mantiene perfecto, santo y bueno. Y está trabajando en poner todas las cosas juntas para nuestro beneficio final, así que en la era por venir él nos bendecirá con nuestra herencia en Cristo.

Mientras el libro de Apocalipsis ofrece muchas razones para nuestra adoración a Dios, en esta lección nos enfocaremos en tres ideas que son resumidas en la alabanza ofrecida a Dios por los veinticuatro ancianos en Apocalipsis 5. Escuchemos lo que los ancianos proclamaron en Apocalipsis 5:9 y 10:

Porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. (Apocalipsis 5:9-10)

Los ancianos mencionaron por lo menos tres razones para alabar a Dios. Primero, Cristo compró o redimió a gente de cada tribu, lengua, pueblo y nación. Segundo, Cristo llamó a estas personas a ser el reino y los sacerdotes. Y tercero, les aseguró que en el futuro, ellos reinarían en la tierra.

Nuestra exploración de lealtad expresada en adoración será paralela a este énfasis triple de Apocalipsis 5:9 y 10. Primero, veremos que la obra de redención de Cristo en el pasado, hace a Dios digno de adoración. Segundo, nos enfocaremos en adorar a Dios, porque él nos ha dado honor en el presente al llamarnos su reino de sacerdotes. Y tercero, veremos que él merece nuestra adoración por las bendiciones que recibiremos en el futuro, cuando él reine sobre los nuevos cielos y tierra. Veamos primero la obra de redención de Cristo en el pasado.

Redención Pasada

Apocalipsis frecuentemente demuestra que Dios es digno de que lo adoren todas sus criaturas. Y esto nos da hermosas imágenes de como los santos en el cielo le adoran. Y una razón que Apocalipsis nos da para adorar a Dios es la obra de salvación que Cristo ha hecho por nosotros.

Apocalipsis 14:1 al 4, nos presenta una hermosa imagen de la redención que ya hemos recibido en Cristo. En el versículo 1, Juan describió a los creyentes como teniendo el nombre del Cordero y el nombre del Padre escrito en sus frentes. En el versículo 4, Juan escribió que los creyentes fueron comprados de entre los hombres, y que somos presentados como una ofrenda a Dios y al Cordero. Y en respuesta a esta gran salvación, los creyentes ofrecen adoración y alabanza a Dios, expresando su agradecimiento en una "nueva canción".

Cada creyente debe tener la misma respuesta a la salvación que hemos recibido. Hemos sido comprados por Cristo, y todos hemos sido presentados como una ofrenda a Dios y al Cordero. Y debemos responder en agradecimiento y alabanza, adorando a Dios y a Cristo, cantando con gozo.

Cuando enfrentamos dificultades, puede ser fácil para nosotros dudar de la bondad de Dios, y olvidar los buenos regalos que nos ha dado en nuestra salvación — regalos como el perdón, una relación restaurada con nuestro creador y Señor, así como la vida eterna. Generalmente necesitamos recordar que la redención que Cristo ya logró para nosotros y que nos aplica, ya lo hace digno de nuestra adoración, independientemente de nuestras circunstancias. Dios nos amó lo suficiente para entrar en este mundo de pecado, para soportar tremendos sufrimientos y persecución, y para morir en la cruz por nuestros pecados. Ningún otro sufrimiento o dificultad en este mundo, es digno de ser comparado con el sufrimiento que Cristo padeció por nosotros. Y eso lo hace a él, digno de toda nuestra adoración, alabanza y agradecimiento.

Ahora que hemos visto como la obra de redención de Cristo en el pasado debe inspirar nuestra leal adoración, veamos ahora al honor que Dios nos ha otorgado actualmente haciéndonos su reino de sacerdotes.

Honor Presente

En la actualidad, Dios reina sobre su trono en su templo celestial. Y el llama a su pueblo en la tierra a ser su reino de sacerdotes.

En el Antiguo Testamento, tanto reyes como sacerdotes eran altamente honrados porque habían sido escogidos por Dios para representarlo en su relación con su pueblo del pacto. Pero se les permitió prosperar en este honroso oficio sólo en la medida en que fueran fieles a Dios, como su gran soberano. Vemos esto con respecto a los reyes del Antiguo Testamento en pasajes como 1 Reyes 3:13 y 14, Jeremías 34:4 y 5, y Daniel 4:34 al 37. Y vemos la conexión entre la fidelidad sacerdotal y el honor en lugares como 2 Crónicas 26:18, y Lamentaciones 4:12 al 16.

Pero a pesar de que sólo unos pocos en el Antiguo Testamento, fueron elegidos como reyes y sacerdotes, el Antiguo Testamento esperaba por el día cuando todo el pueblo fiel de Dios serán ambos, tanto reyes como sacerdotes en la tierra. Como Dios dijo a Israel en Éxodo 19:5 y 6:

Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi propiedad exclusiva entre todas las naciones. Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa. (Éxodo 19:5-6)

Según el libro de Apocalipsis, el día que el Antiguo Testamento previó ya esta aquí. La iglesia es ahora un reino de sacerdotes que reinan sobre la tierra. Vemos esto en Apocalipsis 5:9 y 10, y 20:6, y esto está implícito en muchos otros pasajes.

Dios le dijo a Israel en Éxodo capítulo 19, que los había escogido para ser un real sacerdocio, un imperio sacerdotal. Ese lenguaje en Éxodo capítulo 19, es usado por Pedro en el Nuevo Testamento para referirse a la iglesia. Esta es la perspectiva que debemos tener, no sólo del antiguo Israel, en conjunto sino también de los cristianos en conjunto. Somos un real sacerdocio, un pueblo escogido, un sacerdocio imperial. Suena extraño, pero en muchos aspectos, cuando pensamos en sacerdotes, lo que normalmente pensamos es que los sacerdotes hacen un número limitado de cosas; ofrecen sacrificios, oran, ocasionalmente cantan, tal vez toquen trompetas y están en coros. Pero en realidad, lo que la Biblia dice es que toda actividad legítima ordenada por Dios en la tierra desde el principio hasta el final, ha sido un acto de real sacerdocio para aquellos que sirven a Dios. No significa que sólo algunas cosas que hacemos son ministerios para Dios y un servicio de adoración y hacemos otras cosas para nosotros, sin razón. Más bien por que cada cosa que hacemos como cristianos tiene que ser hecha de corazón como para el Señor, porque esto es para el Señor. Los seis días de trabajo, dormir, criar a los hijos. Sea lo que sea, es una actividad de un real sacerdote, porque nuestro trabajo es mover la santidad de Dios a través del mundo en anticipación del nuevo mundo que vendrá, cuando todos lo que queden vivirán en esta maravillosa, limpia, santa, santificada tierra y servirán a Dios por siempre como sus sacerdotes reales. [Dr. Richard L. Pratt, Jr.]

Hay muchas implicaciones de esta verdad. Por ejemplo, los cristianos son embajadores de Dios en la tierra. Estamos llamados a ministrar a él y a otros. Estamos obligados a gobernar la tierra responsablemente, etcétera. Pero la implicación en la que nos enfocaremos en esta sección de nuestra lección, es que este honor debería inspirarnos a adorarlo. Por ejemplo, en Apocalipsis 5:8-14, hay una hermosa escena de adoración en el tribunal celestial. En esta escena, las cuatro criaturas vivientes y los veinticuatro ancianos alaban y adoran a Jesús, el Cordero, con arpas, cantando y con incienso. Escuchemos lo que ellos cantaron acerca de la fidelidad del pueblo de Dios, en Apocalipsis 5:10:

Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. (Apocalipsis 5:10)

Una razón importante por la que Jesús merece adoración es que él ha honrado a su pueblo en el presente, llamándolos a servirle como sus sacerdotes y como reyes que reinarán en la tierra. Vemos algo similar en Apocalipsis 4:10 y 11. En ese pasaje, los ancianos en el cielo, respondieron al honor y a la autoridad real que les fue dada al postrarse frente a Jesús, poniendo sus coronas ante sus pies, y adorándolo. Otro ejemplo puede ser encontrado en Apocalipsis 7, donde innumerables creyentes han sido sellados como siervos de Dios. Su respuesta a la gracia y honor que han recibido es para adorar al Señor por su bondad, su misericordia y poder. Y en Apocalipsis 1:5 y 6, el mismo apóstol Juan, modeló su comportamiento para nosotros. Escuchemos lo que dijo:

Al que… nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 1:5-6)

En estos versículos, Juan demostró que la iglesia en todas las eras debe responder al honor que hemos recibido, adorando al Señor que nos ha bendecido como su reino de sacerdotes.

Parece extraño hablar de ministrar a Dios o bendecir a Dios, al darnos cuenta de que es independiente, no tiene necesidades insatisfechas, es completamente auto suficiente. En su relación con nosotros, podemos alegrarlo al obedecerlo o adorarlo, o vivir fielmente. La fidelidad, la obediencia diaria y la adoración a Dios, realmente bendice a Dios trayéndole deleite a su corazón. Esa es la principal motivación para vivir como cristianos. No es para que no nos pasen cosas malas o que Dios se enoje, sino que somos capaces de deleitar el corazón de nuestro creador por como vivimos. [Dr. K. Erik Thoennes]

Algunas veces olvidamos que como sacerdotes de Dios, los creyentes realmente ministran al Señor en el cielo, es decir, llevamos a cabo los servicios que mantienen el templo celestial, y eso agrada a Dios. Por ejemplo, Apocalipsis 5:8 nos asegura que las oraciones de los santos son copas de oro llenas de incienso en el templo celestial de Dios. Y en Apocalipsis 8:3 al 5, estas oraciones suben ante Dios, y el responde enviando juicios sobre la tierra. El pueblo de Dios tiene el honor de ser sacerdotes de su reino. Dios nos ha traído a su reino, y nos dio la tarea de expandir su reino a todo mundo. Y como sus sacerdotes, incluso tenemos el honor de ministrarlo a él en su templo celestial. Pensemos en esto — trabajamos directamente para el creador del Universo entero. Él nos ha dado autoridad sobre su creación, y nos escucha atentamente cuando le rendimos servicio y oración. Él incluso escucha nuestras oraciones, y las usa, como medio por las cuales bendice a su pueblo fiel y juzga a aquellos que se oponen a su reinado. Y ¿Cómo respondemos a este gran honor? Dándole nuestro obediencia agradecida y sincera adoración.

Habiendo observado la obra de redención de Cristo en el pasado y nuestro honor en el presente, estamos listos para ver que Dios merece nuestra leal adoración, por causa de las bendiciones que él ha prometido darnos en el futuro.

Bendiciones Futuras

El libro de Apocalipsis llama a la iglesia a adorar a Dios por las grandes bendiciones que nos va a conceder en el juicio, cuando comencemos nuestro eterno reinado con Cristo sobre los nuevos cielos y tierra. Una manera que con frecuencia nos anima a adorar a Dios es proveyéndonos ejemplos a seguir. Consideremos el ejemplo provisto por los ancianos en el cielo en Apocalipsis 11:16 al 18:

Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios, diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado… ha venido… el tiempo… de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra. Apocalipsis 11:16-18)

En está visión, Juan vio el día futuro del juicio. En ese día, todo el pueblo fiel de Dios recibirá recompensas eternas, y todos los enemigos de Dios serán enviados a la destrucción eterna. Como parte de la escena, Juan observó a los ancianos adorando a Dios porque él los ha bendecido tanto con recompensas como quitando a sus enemigos. En este ejemplo, las iglesias en los días de Juan habían entendido que Dios, también merece nuestra adoración ahora, en la actualidad, porque estas mismas bendiciones futuras se nos han prometido a nosotros. Otro ejemplo puede ser encontrado en Apocalipsis 7:9 y 10, donde leemos este relato:

Y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. (Apocalipsis 7:9-10)

En este pasaje, la multitud que Juan describe estaba usando ropas blancas y llevaban ramas de palma. De acuerdo a Apocalipsis 7:14 al 17, las ropas blancas simbolizaban las bendiciones que ellos han recibido. Ellos habían sido llevados a través de la tribulación, y sus pecados habían sido perdonados a través de la sangre de Cristo. Más aun, ellos habían sido admitidos en el reino eterno de Dios, y recibido su recompensa eterna. Y ahora ¿Cómo responderían a Dios? Adorándolo. Y su ejemplo pudo haber inspirado a la audiencia original de Juan a hacer lo mismo, porque las mismas bendiciones se les darían a ellos, también. Y lo mismo también sería verdad para los creyentes en cada era.

Y algo similar es verdad con las ramas de palma que la multitud cargaba. De acuerdo a Levítico 23:40, las ramas de palma eran usadas regularmente en la Fiesta de los Tabernáculos para señalar la salvación definitiva que el Señor traería. Y cuando Jesús entró a Jerusalén durante su entrada triunfal en Juan 12, uno de los detalles que nos dice es que la multitud lo recibió con ramas de palmas, indicando su creencia de que él estaba trayendo el reino mesiánico de Dios. Por lo tanto, las ramas de palma traídas por la multitud en la visión de Juan, probablemente indican que el pueblo había recibido las futuras bendiciones del reino de Dios. Y por supuesto, ellos expresaron su agradecimiento por estas bendiciones, adorando al que los bendijo.

Jesús ya es victorioso sobre los enemigos de Dios. Y cada creyente puede esperar grandes bendiciones en el futuro, tanto en el cielo cuando muera, y en los nuevos cielos y tierra cuando Jesús regrese. Y eso nos da a todos nosotros una razón para alabar y adorar a nuestro Dios victorioso.

Cuando pensamos que significa adorar a Dios, a menudo vemos el orden creado, nuestro entendimiento de la cruz de Cristo y del perdón de pecados y que hemos sido adoptados como sus hijos. Vemos todo esto como posesiones presentes. Podemos decir como David en el Salmos19, "los cielos declaran la gloria de Dios; el firmamento anuncia la obra de sus manos". Vemos todo hermoso; estamos agradecidos. Vemos el lenguaje de las Escrituras acerca de la obra completa de Cristo y cuáles son nuestros privilegios como hijos de Dios, como pueblo perdonado, y alabamos a Dios por eso. Pero uno de los elementos que tenemos en las Escrituras de lo que podemos estar igual de seguros es sobre todas esas bendiciones que tendremos en el futuro. De hecho, pienso que las Escrituras indican que las cosas que tenemos prometidas en el futuro son más abundantes y más gloriosas que cualquier cosa que tengamos ahora. [Dr. Thomas J. Nettles]

Dios merece adoración por cosas que no han sucedido en nuestras vidas, pero que estamos seguros que van a pasar. La fe cristiana es una fe de esperanza y confianza en la soberanía, bondad y poder de Dios, así que cuando él promete que algo va a suceder, le podemos alabar y adorar por la seguridad de que eso realmente va a suceder. Podemos adorar a Dios por cada cosa que él ha hecho, esta haciendo y hará. [Dr. K. Erik Thoennes]

El tema de la lealtad a Dios es expresado de muchas maneras en el libro de Apocalipsis. Pero como hemos visto, el libro de Apocalipsis remarca la adoración y la perseverancia como dos de las mejores maneras que tenemos para expresar nuestra lealtad a Dios en el mundo presente. Ahora, esto no siempre es fácil. De hecho, cuanto más sufrimos, más difícil puede ser perseverar, y nos sentimos menos motivados para adorar. Pero Juan deja claro que aun en el peor de los tiempos, Dios le da a su pueblo la fortaleza que necesita para mantenerse fiel a él. Y Juan también señala que tenemos razones de más para adorar a Dios, sin importar nuestras circunstancias presentes, y por la salvación que hemos recibido en el pasado, el honor que poseemos en el presente, y las gloriosas bendiciones que recibiremos en el futuro.

Ahora que hemos estudiado el reino y la benevolencia de Dios, y hemos considerado la lealtad que él requiere de nosotros, estamos listos para ver lo que Apocalipsis dice acerca de las consecuencias que resultan de la lealtad y deslealtad a Dios.

CONSECUENCIAS

En esta sección nos enfocaremos en las consecuencias que la humanidad recibirá cuando Cristo regrese para traer el reino de Dios en toda su plenitud. El libro de Apocalipsis menciona muchas recompensas y bendiciones por la obediencia, y muchos castigos y maldiciones por la desobediencia. Y un gran número de estas pueden ser experimentadas en la era presente. Pero en este punto en nuestra lección nos enfocaremos en las consecuencias que vendrán cuando Cristo regrese.

Todos los cristianos evangélicos esperan el tiempo cuando Cristo regrese, para rendir un juicio final tanto para los justos como para los injustos. En una lección anterior, sugerimos que este juicio final se muestra en los ciclos del juicio en las cuatro visiones que Juan recibió. Aunque no todo el mundo está de acuerdo con este punto de vista, la mayoría de los cristianos todavía afirman la naturaleza general del juicio que Juan describió. El juicio final es una consecuencia necesaria del pacto que Dios hizo con Cristo como rey vasallo. Cristo está reinando como rey, para llevar a cabo la renovación de los cielos y la tierra, por lo que la creación mostrará completamente la gloria de Dios. Para que esto suceda, la bondad debe ser recompensada y bendecida, mientras que la maldad y la rebelión contra el reino de Dios debe ser castigada y eliminada.

Estudiaremos las consecuencias de la lealtad y deslealtad a Dios en dos partes. Primero, veremos las maldiciones finales que caerán sobre aquellos que fueron desleales a Dios. Y segundo, consideraremos las bendiciones finales de los cielos nuevos y la tierra nueva que serán dadas a aquellos que sean leales. Vayamos primero a las maldiciones finales en contra de los enemigos de Dios.

Maldiciones Finales

El libro de Apocalipsis enumera por lo menos tres elementos que son incluidos en las maldiciones finales en contra de los enemigos de Dios. El primero que mencionaremos es la destrucción del dragón, la bestia, y los falsos profetas.

El dragón y sus seguidores se han opuesto a Dios a través de la historia humana. Satanás estaba en el Jardín del Edén, tentando a Eva para que comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal.

Y sus ejércitos trataron de vencer a Dios y a su reino desde entonces. Pero cuando Jesús regrese, Satanás será finalmente vencido por completo. Apocalipsis 19:19 al 21, enseña que la bestia y el falso profeta serán capturados y arrojados al lago de fuego. Y en el 20:9 y 10, se muestra que el dragón mismo será derrotado y arrojado al lago de fuego. Donde no será capaz de lastimar nunca más al pueblo fiel.

Y todas las fuerzas demoniacas que han peleado a su lado, compartirán esa misma destrucción eterna. Una segunda maldición final, será la derrota de los reyes y las naciones enemigas. En muchos lugares, Apocalipsis describe la destrucción de los reyes y las naciones que son enemigos de Dios. Por ejemplo, Apocalipsis 6:15 al 17, explica que los reyes de la tierra, como los generales, los ricos y los poderosos, desearán que las montañas se caigan sobre ellos para salvarlos de la ira del Cordero. Esto aparece para representar el juicio de Cristo contra todas las autoridades humanas que se oponen a su reino.

En Apocalipsis 19:15 al 21, Jesús aparece sobre su caballo blanco, dirigiendo los ejércitos celestiales, y derrumbando a los reyes de la tierra para que podamos reinar en su lugar. Y en Apocalipsis 16:19, Dios hace que Babilonia beba de:

El cáliz del vino del ardor de su ira (Apocalipsis 16:19)

Como vimos en una lección anterior, Babilonia es símbolo de las fuerzas humanas y gubernamentales que se oponen al reinado de Cristo. Y este versículo vívidamente retrata que todas estas naciones y sus gobernantes serán forzados a sufrir la completa ira de Dios debido a su desobediencia. Una tercera maldición será la condenación de los incrédulos.

No sólo los reyes y las naciones rivales serán destruidos al regreso de Cristo, sino que cada habitante no creyente de estas naciones, recibirá el juicio final de Dios como una consecuencia directa de su rebelión personal contra Dios. Por ejemplo, en Apocalipsis 14:17 al 20, dos ángeles reúnen a todos los incrédulos de la tierra y los echan como racimos de uvas en "el gran lagar de la ira de Dios". Y en Apocalipsis 20, todos aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida, son lanzados al lago de fuego.

Escuchemos la descripción de Juan en Apocalipsis 20:12 al 15:

Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras… Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego. (Apocalipsis 20:12-15)

Juan describió el futuro castigo de todos los incrédulos, cada uno de ellos será arrojado en el lago de fuego, para sufrir la eterna ira de Dios porque ellos pecaron contra él.

Cuando pensamos acerca del mundo que nos rodea y la gente que es incrédula ¿Qué es lo que deberíamos pensar de ellos? ¿Qué actitud deberíamos tener hacia ellos? Podemos ser tentados a tener una actitud de superioridad acerca de nosotros mismos, especialmente si ellos nos han tratado mal o si ellos se han burlado de nosotros. Pero pienso que Jesús querría que tuviéramos la actitud de desear servirlos, de tener compasión, de verlos como los perdidos, porque no sabemos quién va a cambiar, y por eso queremos servirles predicándoles el evangelio y con la esperanza de que van a responder. Cuando pensamos en el otro lado del juicio, ¿Cuál debe ser nuestra actitud entonces? Debemos tener un sentido de compasión y tristeza hacia ellos. Y deberíamos querer en ese punto tener una conciencia clara de que les ofrecimos amor mientras tuvimos la oportunidad de predicarles el evangelio y que ellos no serán capaces de decir, "Si tú sabías, ¿Por qué no me hablaste de Cristo?" Así que tenemos que estar viviendo con ellos con miras al futuro, no condenándolos de antemano, sino sirviéndoles y ayudándoles a encontrar el rescate en Cristo. [Dr. John E. McKinley]

Puesto que el libro de Apocalipsis muestra que los enemigos de Dios serán condenados y destruidos en el juicio final. Nuestra actitud hacia los no-creyentes, debería ser de valentía, porque sabemos que al final la victoria le pertenece a Cristo. No debemos ser intimidados por las amenazas hechas por los incrédulos, que odian nuestra fe y a nuestro Señor. Al mismo tiempo necesitamos tener compasión. Reconocemos que la demora del regreso de Cristo, es por el amor de los escogidos, por todo el pueblo de Dios. Incluso los juicios providenciales asociados con las trompetas, son señales y sonidos de advertencia, llamando al arrepentimiento. Vienen al arrepentimiento por medio del evangelio, y así tenemos que dar testimonio. También necesitamos humildad, porque el recordatorio de que la rebelión contra Dios al final traerá juicio, nos recuerda lo que nos merecemos. No somos superiores a los incrédulos de hoy. Una vez fuimos enemigos y Dios nos trajo por gracia a través de la fe a la unión con Jesús. [Dr. Dennis E. Johnson]

Tan espantoso como suenan las maldiciones del juicio final, tenemos que recordar que esas maldiciones son absolutamente justas. Los incrédulos serán juzgados porque ellos merecen ser castigados por su desobediencia.

Dios es Rey sobre su creación, y es pecado y rebelión desobedecerle. Y aunque sea doloroso, la justicia de Dios demanda que el pecado y la rebelión sean castigados. En este sentido, castigar a los malvados es un aspecto central del reinado justo de Dios.

Ahora que hemos visto como las consecuencias del pecado y la deslealtad son derramadas en las maldiciones finales, veamos las consecuencias de las bendiciones finales que serán concedidas al pueblo fiel de Dios en los cielos nuevos y la tierra nueva.

Bendiciones Finales

En el juicio final de Dios contra el pecado, todas las fuerzas espirituales y gubernamentales que se opusieron a su reinado serán erradicadas de este mundo, y todos los incrédulos serán juzgados con ellas.

Después la creación será purgada de los enemigos de Dios, el universo mismo será renovado, resultando en un nuevo cielo y nueva tierra para el pueblo fiel de Dios y para disfrutarlo por siempre. Apocalipsis 21:1 al 5 describe la nueva creación de esta manera:

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron… una gran voz del cielo que decía… las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. (Apocalipsis 21:1-5)

Mencionaremos tres bendiciones finales de los cielos nuevos y de la tierra nueva que Juan dijo que vendrían a aquellos quienes han sido leales a Dios. Primero, habrá una completa renovación o renuevo de la creación.

Renovación de la Creación

Apocalipsis 21:1 y 4 dice que el primer cielo y la primera tierra pasaron, indicando que iban a dejar de existir en algún sentido. Encontramos una idea similar en lugares como 2 Pedro 3:10 y 11, que habla acerca de que el mundo actual, es destruido para hacer camino a uno nuevo.

Pero Apocalipsis 21:5 describe los nuevos cielos y la nueva tierra en términos de renovación, indicando que en lugar de desaparecer completamente, la vieja creación será restaurada o renovada. Esta misma idea también está presente en pasajes como Romanos 8:19 al 22.

Estos pasajes enseñan que habrá una continuidad substancial entre las dos creaciones, y no sólo una semejanza. Apocalipsis 21:24 al 26, incluso afirman que la gloria y esplendor de las naciones serán traídas a la Nueva Jerusalén, sugiriendo que los aspectos redimidos de nuestras vidas presentes, serán llevadas al nuevo cielo y a la tierra nueva. Como resultado, la mayoría de los teólogos concluye que la presente creación no será completamente destruida y reemplazada. En su lugar, será radicalmente transformada.

Bueno, vemos en Apocalipsis que hay ciertamente elementos en la Nueva Jerusalén que parecen ser muy reflexivos y de hecho, idénticos a las imágenes que vemos en Génesis capítulos 2 y 3, con el principio de la creación, cosas como el árbol de la vida. Por lo tanto tenemos que preguntarnos a nosotros mismos, ¿Qué representan? Bueno, hay probablemente diferentes maneras de interpretar eso, pero pienso que una lectura superficial de esto es que van a ser elementos de la Nueva Jerusalén, que de hecho se conectan muy bien con la creación que fue ofrecida y presentada inicialmente. En un sentido, va a ser un cambio que está en el horizonte con la nueva era, pero no va a ser un cambio completo. Habrá vestigios de esa creación que Dios originalmente formó, que aún continúan y están desempeñándose y acomodándose. Realmente no vemos un cambio de una realidad a otra, sino que vemos una transformación de la realidad actual. — una renovación — en esta nueva realidad. Imágenes y simbolismos como el árbol de la vida que nos ayuda a remarcar la continuidad entre estas dos realidades. [Dr. Bradley T. Johnson]

Esta transformación será una renovación de fondo, haciendo un mundo aun mejor que lo que era cuando fue por primera vez creado. La creación entera será santa y pura, perfecta para que Dios habite. Cómo el ángel anunció en Apocalipsis 21:3 y 4:

He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. (Apocalipsis 21:3-4)

Otra aspecto críticamente importante de la restauración de la creación, es mencionado en Apocalipsis 22:3.

Y no habrá más maldición. (Apocalipsis 22:3)

En los cielos y tierra nuevos, el castigo que Dios dio a Adán y Eva en el Jardín de Edén finalmente fue levantado. Pasajes como Génesis 3:17 al 19, 5:29, y 8:21, dejan claro que los cielos y la tierra presentes han sido maldecidos y corrompidos por la caída en pecado de la humanidad. La tierra resiste los intentos de cultivar los alimentos. Los animales salvajes actúan violentamente contra nosotros. Los desastres naturales como las inundaciones, terremotos y huracanes traen sufrimiento a la gente en todo el mundo. Y los micro-organismos causan enfermedades y aun la muerte.

Pero cuando Cristo regrese, él librará al mundo de cada aspecto de este castigo. Juan describió las bendiciones de la creación renovada de varias maneras, incluyendo una ciudad santa, la Nueva Jerusalén, vestida como la novia de Jesús y resplandeciendo brillantemente con la gloria de Dios. Y uno de los símbolos más ricos que Juan usó en este contexto, fue la imagen del río de la vida que fluye a través de la Nueva Jerusalén y nutre al árbol de la vida. Escuchemos lo que Juan escribió en Apocalipsis 22:1 y 2:

Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida… y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. (Apocalipsis 22:1-2)

Estos versículos maravillosos dibujan un río que viene desde el trono de Dios, que nutre al árbol de la vida, que a su vez sana a las naciones. Estos temas recorren todo el camino de vuelta hasta el libro de Génesis. Génesis 2:10, habla de un río que fluye del Edén y riega el Jardín de Edén y al árbol de la vida. Este río es recordado como el río de delicias en Salmos 36:8, y como un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios en el Salmos 46:4.

Y una extensa discusión de ese río se encuentra en Ezequiel 47:1 al 12. En la visión de Ezequiel, un hilo de agua fluye del templo y crece en un río que era tan largo que no podía ser cruzado. El agua trajo vida a dondequiera que fluía, y aun cambió al salado mar Muerto en agua fresca. Escuchemos lo que Dios dijo acerca de este río en Joel 3:17 y 18:

Y conoceréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que habito en Sion, mi santo monte; y Jerusalén será santa, y extraños no pasarán más por ella. Sucederá en aquel tiempo, que los montes destilarán mosto, y los collados fluirán leche, y por todos los arroyos de Judá correrán aguas; y saldrá una fuente de la casa de Jehová, y regará el valle de Sitim. (Joel 3:17-18)

En Apocalipsis 22, este río de vida se hizo aun más grande. Fluía desde el trono de Dios y del Cordero, bajando directamente en medio de la Nueva Jerusalén, indicando que la fuente última de toda vida y salud es Dios mismo. En la visión de Juan, esta abundante fuente de aguas de vida, es el árbol de la vida que está en ambos lados del río. El árbol produce fruta en abundancia que es tan efectiva que aun sus hojas pueden usarse para sanar a las naciones.

Cuando leemos acerca de la Nueva Jerusalén al final del libro de Apocalipsis, vemos muchos elementos que nos recuerdan el relato de Génesis y el Jardín del Edén. Hay una razón. Y es que, en realidad, la Nueva Jerusalén es la restauración de la creación a como debía ser. Vemos a Dios creando al ser humano y colocándolo en un lugar perfecto. En el Jardín, ellos estaban destinados a madurar y a alcanzar la glorificación, pero, se arruinó cuando rechazaron el propósito de Dios y le dieron la espalda. En el Edén vemos lo que Dios quiere para los seres humanos, por lo que es de esperarse que en la Nueva Jerusalén, veamos la restauración de esa perfecta relación entre los seres humanos y Dios para lo que fuimos creados. [Dr. Mark L. Strauss]

Cuando observamos el libro de Apocalipsis vemos representaciones de la Nueva Jerusalén. Encontramos que este contiene elementos del Jardín del Edén, cosas como el árbol de la vida. ¿Por qué es esto?, desde el primer libro de la Biblia hasta el último libro de la Biblia? Pienso que en parte lo que está mostrando es que hay una total inversión de la destrucción que vino a través del pecado y que Dios había hecho todo correcto. El pecado no arruinó lo que pensaba, y él la ha traído no sólo a donde todo comenzó, sino que la ha traído a la perfección. No es una creación que volverá a caer, sino es una creación que durará por siempre. [Dr. John E. McKinley]

Cuando Adán y Eva pecaron en el Jardín de Edén, Dios los castigó y los expulsó del Jardín, especialmente para que no comieran del árbol de la vida y vivieran para siempre. Pero cuando Cristo regrese, el río de la vida regará el árbol de la vida una vez más, y todas las naciones tendrán acceso a su fruto. Toda la humanidad redimida será sanada. No habrá más pecado, enfermedad o dolencia. Los desastres naturales no ocurrirán nunca más.

Todas las naciones se gobernarán a sí mismas en justicia y paz. Y toda la creación de Dios será llena de su gloria. Una segunda bendición final que el pueblo fiel de Dios recibirá en los cielos nuevos y tierra nueva, es que el mundo entero será un templo global para la presencia de Dios.

Templo Global

A través del Antiguo Testamento, Dios apartó espacios santos donde manifestó su presencia de maneras especiales. Génesis 3:8 indica que él caminó en el Jardín del Edén con Adán y Eva. Y otros pasajes en las Escrituras indican que esto se debió a que el Jardín era su santuario o su templo.

Por ejemplo, Génesis 2:15, dice que Adán fue puesto en el Jardín para trabajarlo y para hacerse cargo de él. La palabra hebrea para "trabajo" en este versículo es avad. Y la palabra para "hacerse cargo" es shamar. Esto es importante porque en Números 3:8, Moisés usó estas mismas palabras para describir el trabajo de los sacerdotes que servían en el templo. En otras palabras, Adán y Eva hicieron un trabajo sacerdotal en el Jardín, y esto indica que el Jardín era el santuario terrenal de Dios.

Más allá de esto, el río y los árboles en el templo escatológico de Ezequiel 47:7 se asemejan bastante al río del Jardín del Edén, así como el árbol de la vida que esta descrito en Génesis 2:9 y 10.

Y cuando Ezequiel 28:13 y 14 se refiere al Edén como el "monte de Dios", éste usa el mismo vocabulario que el mundo antiguo usó para referirse a las montañas que tenían templos construidos en la parte superior de ellos. Después de que el Jardín de Edén sirvió como su santuario en la tierra, Dios también manifestó su especial presencia en el tabernáculo. Leemos acerca de esto en Éxodo 40:34 al 38. Y después del tabernáculo, Dios comenzó a manifestar su presencia especial en el templo, como leemos en pasajes como 1 Reyes 8:10 y 11, y 2 Crónicas 7:1 al 3.

Hebreos 8:5 explica que estos santuarios terrenales, tenían en realidad la intención de ser copias del salón del trono celestial de Dios, donde su especial presencia estaba siempre claramente manifestada. Pero en los nuevos cielos y tierra, la presencia de Dios no estará limitada a un pequeño espacio como el jardín o su simple edificio.

En lugar de eso, Dios manifestará su especial presencia a través del mundo entero. Escuchemos como Juan describe la ciudad de la Nueva Jerusalén en Apocalipsis 21:22-23:

Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. (Apocalipsis 21:22-23)

Apocalipsis ve más allá del tiempo cuando el templo no será necesario en la Nueva Jerusalén. En lugar de eso, Dios manifestará su especial presencia en todas partes. Él bendecirá a su pueblo morando entre ellos y las naciones caminarán en su luz. Cuando ese tiempo venga, la gloria de Dios llenará el mundo tan completamente como el sol ahora ilumina el día. Como leemos en Apocalipsis 21:3:

El tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. (Apocalipsis 21:3)

En los nuevos cielos y tierra, la presencia especial de Dios estará con su pueblo, en todo el mundo. La renovación del mundo creará este templo global a causa de la obra de Jesucristo. En Apocalipsis 1, Jesús caminó entre los siete candelabros en el salón del trono celestial, simbolizando la presencia de Dios entre sus iglesias. Pero cuando Cristo regrese, él establecerá su reino especial en toda la creación, así que el mundo entero será el templo de Dios, y su especial presencia se manifestará en todas partes.

Una tercera bendición final que Juan mencionó es que Dios establecerá el eterno reino terrenal y a Jesús como rey.

Reino Eternal

Apocalipsis 21 y 22 indican que en el centro de la tierra nueva estará la ciudad capital: la Nueva Jerusalén. En el centro de la ciudad estará el trono de Dios. El trono de Dios simboliza su gobierno como rey. Y cuando Jesús regrese, él se entronará en la Nueva Jerusalén, gobernando sobre el mundo entero en nombre de su Padre. En 1 Crónicas 29:23 se indica que todos los reyes Davídicos habían compartido el honor de sentarse en el trono de Dios en Jerusalén. Pero sólo el último rey Davídico, Jesucristo, será entronado en la Nueva Jerusalén, y sólo su reinado será eterno. Todos aquellos que son redimidos vivirán en la nueva creación con él, reconociendo su autoridad y poder, postrándose en obediencia ante su trono, dándole honor y gloria, y como leemos en Apocalipsis 22:5, incluso compartiendo su reino eterno.

Algunas personas viven hasta los 70 años, otros a los 80, 90 y 100 años, y entonces llega el final. ¡No en esta nueva tierra! En esta tierra vivimos eternamente. ¿Por que? Porque el Señor Jesucristo estará con nosotros todo el tiempo. Podemos decir, bueno, él debería estar en el cielo. No. Él es el Señor del cielo y de la tierra. Él estará en esta tierra como el Hijo del Hombre eternamente. Y ahora, ¿Qué te gustaría más?, ¿Vivir con Jesús eternamente o sin él? Por lo tanto, yo diría, que tengo muchas ganas de estar con el Señor Jesucristo en esta tierra renovada por siempre y para siempre. [Dr. Simon J. Kistemaker]

El reinado de Cristo en los nuevos cielos y en la tierra nueva será absolutamente perfecto. Él proveerá todo lo que su pueblo necesite. No habrá ningún pecado, ninguna corrupción ni enfermedad o muerte; nada afectará nuestro gozo. Cada bendición del pacto de Dios será nuestra para siempre. Como creyentes, debemos anhelar que Cristo gobierne sobre nosotros en los nuevos cielos y tierra. Y debemos vivir en fidelidad y lealtad a él, justo ahora — incluso cuando seamos tentados o perseguidos — sabiendo que después de perseverar en fidelidad, compartiremos las grandes bendiciones que Dios ha previsto para su creación.

CONCLUSIÓN

En esta lección estudiamos el libro de Apocalipsis enfocándonos en los temas del rey y su reino. Examinamos el concepto de reinado, exploramos la real benevolencia de Dios, consideramos la importancia de la lealtad humana hacia el rey, y describimos las consecuencias de bendición por la lealtad y de maldición por la deslealtad.

La esperanza de todos los cristianos es que un día nuestro Rey regresará. Esta esperanza nos motiva a perseverar y a superar cada prueba que experimentamos en la vida. No importa que dificultades enfrentemos por causa de nuestra fe, tenemos todas las razones para demostrar nuestra lealtad a Dios y a Cristo, porque sabemos que su Palabra es verdad. Jesús regresará a reinar sobre nosotros y a recompensarnos. Y hasta que eso pase, confiaremos en la promesa que nos dio al final del libro de Apocalipsis: "Ciertamente vengo en breve". Y nuestra respuesta es la misma que Juan: Amén; sí, ven, Señor Jesús.